Ya sabemos que la biomasa es un residuo orgánico considerado uno de los combustibles más ecológicos del mercado, pero, ¿Cuántos tipos de combustible para calderas de biomasa hay y cuáles son sus características?

Los residuos orgánicos más comunes empleados para este fin van desde las cáscaras de nueces, hasta la leña o los huesos de aceituna.

Para conocer más este tipo de combustible iremos viendo uno a uno:

  • Leña. Este combustible, extraído de árboles como la encina, roble y pino, entre otros,  es el más simple y se utiliza principalmente para calefactar y cocinar. Normalmente se distribuye paletizada y ensacada. Son el resultado de disminuir el tamaño de la madera en trozos pequeños e irregulares. Este tipo de combustible, tras un cuidadoso tratamiento y secado, genera una cantidad mínima de ceniza y bajas emisiones, por lo que es muy respetuoso con el medio ambiente.
  • Briquetas o troncos. Tienen forma de cilindros de unos 50 cm de largo y unos 10-15 cm de diámetro y pueden ser de madera natural o de material orgánico prensado. Para que no produzcan mucho hollín y alquitrán, y evitar así riesgo de incendios, es recomendable que posean menos del 20% de humedad. Son fabricados con el serrín que genera la industria de la madera, que mediante una fase compresora adquieren forma de cilindros pequeños, de entre 5 y 6 mm de diámetro y 2-3 cm de longitud. Para asegurar la potencia calorífica esperada (alrededor de 4,9 kWh por kilo), es necesario que tengan el sello de calidad ENplus A1, ENplus A2 y DINplus.
  • Huesos de aceituna. Gracias a su alto poder calorífico, a su buen precio y a su abundancia en nuestro país, se ha convertido en uno de los materiales más utilizados. Para prepararlo de cara a la combustión, se somete a un proceso de secado donde se reduce su humedad y, a veces, también a un triturado.
  • Cáscaras de almendra. Se encuentra granulado para que sea más fácil su manejo, aunque también se puede usar directamente entero. Es una hierba perenme de origen asiático. Gracias a su elevada capacidad calorífica (3,6 kWh por kilo) es idónea para la combustión, aunque su pequeña dimensión hace necesarias grandes cantidades, lo que complica su almacenamiento. Para evitar este inconveniente, también se pueden utilizar para fabricar pellets.

Pero no todas las calderas permiten el mismo tipo de combustible orgánico, sino que dependiendo de las características de granulometría, densidad, poder calorífico, humedad, contenido en cenizas, contenido en cloro o temperatura de fusión de las cenizas,  cada caldera utilizará un tipo u otro:

  • Las calderas de pequeña potencia admiten un combustible estandarizado según una norma, lo habitual en estos casos es emplear pellet o leña.
  • Las calderas de gran potencia se diseñan a medida de un combustible determinado y admiten una variación limitada en las características de éste. No obstante, existen cada vez más máquinas de alta potencia diseñadas para trabajar con distintos tipo de combustible y no estar condicionado su funcionamiento a uno en concreto.

Tan importante es conocer los tipos de combustibles y para qué caldera se deben usar, como conocer las ventajas que este tipo de energía nos proporciona:

  • Ahorro de costes: el combustible resulta más económico que el gasóleo o gas.
  • Recibe subvenciones.
  • Nulas emisiones de CO2. Aunque la biomasa sí emite CO2, no deja de ser el mismo CO2 que absorbió la planta durante su proceso de crecimiento, por lo que este CO2 es considerado nulo.
  • Es renovable, es decir, no se agota siempre y cuando su uso sea sostenible.
  • Independencia energética del país frente a otros países.
  • Independencia energética de nuestro hogar frente a las grandes empresas energéticas.

A pesar de conocer todas estas ventajas, en España tenemos enormes recursos agroforestales infrautilizados y, sin embargo, una altísima y desproporcionada dependencia energética del exterior (supera el 80%), principalmente de los combustibles fósiles.

Es importante destacar que la acumulación de biomasa en los montes y la falta de selvicultura o aprovechamiento están generando una situación de colapso en muchas masas forestales con mengua del crecimiento y calidad de la madera, mayor mortalidad de la misma y un ascendente riesgo de incendio. Por ello, la explotación de la biomasa es no solo una rentable oportunidad de negocio y de generar empleo, sino también una necesidad que se debe satisfacer para que no perjudique a la calidad y vida de nuestros bosques y masas forestales.

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